Hay veces en los que nos encantaría huir, desaparecernos del mundo, escondernos en algún lugar remoto, tomado a modo de refugio, y escondernos, pero no podemos o no nos dejan… nos gustaría romper con todo lo anterior y empezar de nuevo pero a veces es tan difícil: cargas del pasado, responsabilidades que no nos corresponden, deberes que se nos imponen socialmente… ¿Qué hacer entonces?
La Historia de Susana: paralizarse de miedo
Llevaba dos días vomitando sin parar, ya no toleraba ni el agua, sumergida en la profundidad de su cama y de sus pensamientos, hecha un embrollo con las sábanas, las mismas que la protegían del frio invernal que hacia detrás del cristal de la ventana, pero las mismas que sentían que la ahorcaban en mitad de la noche y la dejaban sin respiración cuando le daban los cólicos al estómago, en su mesilla de noche estaban el suero y las pastillas que le había recetado el médico, y a pesar de saber que eran su perdición, que eran esas pastillas las que le provocaban esos vómitos y malestar, se las seguía tomando religiosamente cada ocho horas a fuerza de que su cuerpo las siguiera rechazando, todo por sucumbir a los miedos y amenazas de que si no se las tomaba se pondría peor y por complacer a su madre que con tanto mimo la cuidaba esos días… la verdad que ya ni los cuidados de su madre en aquella habitación dónde había pasado toda su adolescencia y dónde ahora estaba de vuelta para que la cuidaran, pues era “más fácil para todos” tenerla en “casa”, ni ver películas de sobremesa en aquella televisión vieja o releer los viejos libros que aún quedaban en esas estanterías la reconfortaba…
Susana era muy consciente de que ya no toleraba nada de su vida actual, ni tampoco era capaz de digerir sus ansias de cambio, por eso vomitaba todo… que cuando comía o bebía algo la satisfacción era inmediata pero después volvía a vomitar volviéndole ese vacío interminable a la boca de su estómago que la dejaba de nuevo hueca por dentro, insaciable, con ganas de más ¿pero ganas de qué? El dolor que sentía con cada cólico hasta que lo expulsaba todo lo equiparaba con las punzadas de dolor que se sufren en el proceso del cambio, hasta que lo arrojas fuera y respiras hondo, y dices “ya está, lo hice, que bienestar…” pero ese proceso es tan jodido… lo que le pasaba a Susana es que estaba paralizada de miedo, pues era muy consciente de todo lo que ocurría a su alrededor, ya no podía más con aquella vida de secretaria de oficina que llevaba, sentía que no le pertenecía, que no había nacido para eso, sino para experimentar más, que ya tampoco toleraba las ordenes de los demás, ni siquiera las del médico que le dictaba que se tomará aquellas pastillas que la dejaban peor pero “mejor prevenir que curar” ¿es que acaso su médico conocía mejor su cuerpo que ella misma? que siempre que la medicaban le pasaba lo mismo… Tenía la sensación de que nadie la tenía en cuenta, que no importaba lo que dijera o sintiera, todos le decían siempre lo que tenía que hacer con su vida, hasta el médico…. Y así pasó que un día explotó y su cuerpo se había convertido en un sumidero que tragaba pero que también expulsaba porque ya no podía más… además sabía de sobra que la culpa era solamente suya y de nadie más, pues por complacer a todos cuanto la conocían y por encajar en la sociedad ella solita les había cedido el poder para que tomaran decisiones sobre lo que consideraban que era mejor para ella pero eso se tenía que acabar… estaba dispuesta a romper con todo, a liberarse, desaprender del pasado, despreocuparse del futuro, y vivir el presente tal y como siempre quiso haciendo los cambios oportunos, y a pesar de sus miedos empezó por dejar de tomarse las pastillas que le hacían vomitar…
Sensaciones cuando el cuerpo habla y pide un cambio ¡a gritos!
Seguro que alguna vez has intentado innovar o cambiar algo en tu vida pero no te has atrevido… nos invaden tantos miedos internos y externos que nos podemos llegar a paralizar literalmente, yo misma he vivido en ese letargo de la parálisis del miedo al cambio durante mucho tiempo, incluso he llegado a sintomatizarlo con cuadros clínicos peores que los de Susana… solo te puedo decir que cuando ya el cuerpo habla tan alto es porque estamos realmente mal por dentro, los identificas porque son cuadros clínicos que evolucionan en función de tu bienestar mental, no son enfermedades graves, son más bien síntomas que tú mismo emocionalmente te creas… así de fuerte es la psique… entonces cuando te haces consciente de ello no te queda más remedio que tomar medidas, decisiones y actuar… el proceso no es fácil ni agradable no te lo voy a negar, pero creo que merece la pena intentarlo… complácete a ti mismo primero que a los demás, escúchate y hazte responsable de ti, somos seres evolutivos y la única constante es el cambio y en el cambio experimentamos el crecimiento…
Besos Sensacionales de Allegra